martes, 8 de marzo de 2011

Moral Lechuza

Antes de que me ataquen los defensores de animales, debo dejar en claro que comparto el sentimiento generalizado de que la patada que el jugador del Pereira Luis Moreno le propinó a la lechuza en el Estado Metropolitano de Barranquilla, y que terminó en su muerte, fue un acto deplorable. Pero más deplorable que eso, creo yo, es la subversión de los valores que sufre este país, que quedó en evidencia con este hecho.

La lechuza abriendo todos los noticieros; la lechuza bajo las cámaras, debatiéndose entre la vida y la muerte; la lechuza mostrada una y otra vez sobrevolando la casa del Júnior. Las pancartas en la Plaza de Bolívar de Bogotá, exigiendo la expulsión del verdugo. Los taxistas indignados, la declaración de persona no grata de los pereiranos a su jugador y hasta una solicitud de expulsión del futbol colombiano a tan despiadado asesino. Las redes sociales reventaron de indignación.

Pero ese mismo día, solo un par de horas después, hinchas del Santa Fe apuñalearon a Carlos Eduardo Pulido, de 17 años, porque portaba una gorra y una camiseta de Millonarios. El joven murió. Una familia se destrozó. Y a nadie le importó. No hubo ninguna pancarta. Nadie protestó. Las redes sociales no lo comentaron y la noticia se perdió entre las otras. No fue más que uno de los tantos hinchas asesinados de domingo en cuando.

¿Tan torcida está ya la lógica de nuestros valores, que todo un país se indigna por la muerte de una lechuza, pero ni un ápice le importa la muerte de un menor apuñaleado?

Hace un poco más de un año el jugador del Júnior Javier Flórez mató a un hincha que le increpó por la pérdida de su equipo. Con cuatro balazos, el jugador, hoy en libertad condicional, acalló los insultos del indignado hincha. Y también viene a mi mente El Tigre Castillo, que atropelló y mató a dos hermanas, totalmente borracho, y hoy juega en el Independiente de Avellaneda, en Argentina.

No me acuerdo de ninguna pancarta ni de ningún repudio nacional, ni de que hayan declarado persona no grata a ninguno de los agresores. Ni siquiera de una solicitud de expulsión del club.

Esa es la inversión de los valores que enferma a una sociedad, para la que la muerte de sus otros se volvió paisaje.

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