viernes, 1 de abril de 2011

¿Me permite el bolsito, por favor?

No sé en qué momento de la historia del país todos nos volvimos sospechosos de ser delincuentes. No sé cuál fue ese instante de la evolución económica-jurídica-sociológica nacional en que la presunción de inocencia, consagrada en el artículo 29 de la Constitución, se volvió presunción de culpabilidad: “toda persona se presume ladrona, hasta que demuestre lo contrario”.

O por lo menos esa es la máxima constitucional invertida que aplican muchos porteros de centros comerciales, supermercados, almacenes y edificios públicos, que detienen al visitante de turno para exigirle a la salida la prueba de que no se ha robado nada.

Con un sutil “¿me permite el bolsito, por favor’” o “¿me muestra la facturita, es tan amable?”, el cancerbero de turno disfraza con palabras corteses lo que realmente quiere decir: “¿me abre la cartera, para requisarla y confirmar que no se ha robado nada?” o “¿me muestra que sí pagó por lo que lleva en esas bolsas, no vaya a ser que haya echado algo sin pagar?”. Y todos, como autómatas, abrimos la cartera y demostramos que sí pagamos, y bien caro, por lo que compramos.

Estamos tan acostumbrados a que se roben las cosas, que nos parece lógico, y no nos ofende, que nos exijan demostrar que no somos parte de esa gigantesca banda criminal.

Tan patética y común se ha vuelto esta práctica probatoria, que ahora no basta con mostrar la factura de la inocencia, sino que esta debe recibir el visto bueno del vigilante-fiscal. ¿Se han fijado que en supermercados como Carrefour o Éxito nadie puede salir con sus paquetes si el portero no estampa su visto bueno en la factura? El vigilante exige el documento, lo mira de arriba abajo y se detiene en el total pagado. Luego inspecciona visualmente sus paquetes y en una operación físico-matemática récord concluye que el volumen de lo que usted lleva corresponde al total pagado. Su inocencia queda demostrada y puede seguir disfrutando de su libertad.

Nadie duda que el robo de productos en tiendas ocupa una casilla importante en el estado de pérdidas, pero deberían establecerse otro tipo de mecanismos para evitar estas conductas. Al menos alguno que no presuma que todo el que entra a una tienda, es porque quiere encaletarse algo.

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